[Parental advisory: este capítulo es largo de cojones]
QUE LONCRES es caro, complicado y sinuoso me quedó claro hace tiempo. Que un café cuesta más de 80 céntimos, también. Que ir a Nueva York de compras, en el estado actual de las divisas, es como viajar al Tercer Mundo... bien podría decirse.
Lo que no me imaginaba yo es que pagar más de 600 libras por vivir donde vivo era un privilegio.
Por lo visto, pagar 625 libras -o lo que es lo mismo, un alquiler que arrasaría con un sueldo mileurista de un plumazo- por mi alquiler en Pimlico es un regalo, un sueño, una potra, un quéseyo. Avenida Jauja. La gente paga 500 libras -y a veces más- por vivir en zonas 2 y 3 y si se es lo suficientemente pardillo hasta 4. Yo vivo en la Zona 1, que es lo más de lo más. Central London. El puto meollo. Generalmente, Defcon 1 para tu bolsillo.
Si se piensa un poco en el asunto, es un poco orwelliano. Los diferentes estratos de la ciudad separados por marcas adquisitivas. Por supuesto, esto no es así en muchos casos. Pero en otros dibuja una clara radiografía de la sociología de la ciudad. Siendo la zona 6, por decir algo, la de las cajeras, los albañiles y los limpiadores de metro, y la zona 1 la de yuppies, concursantes de Gran Hermano y escritores de blog suertudos... la pregunta es: ¿existe una zona Cero de la riqueza?
Y aunque no exista, aunque el metro de Londres no especifique en su mapa la existencia de esta zona (quizá porque los ricos no bajan a las catacumbas), bien podría decirse que el índice de famosos, millonarios y gilipollas con dinero más alto de la ciudad se encuentra en el barrio de Chelsea. Allá donde la gravedad (de la situación) es menor que en el resto del Reino Unido, me fui el pasado lunes.
Chelsea, para situarnos, era el barrio de los artistas. Poco o nada queda de eso hoy. Ahora viven banqueros, militares de alto rango y estrellas de cine. También Kilye Minogue. Chelsea fue el barrio de Londres –entre otros- que Woody Allen eligió como telón de fondo para contar el ascenso social de un joven en la burguesía londinense. Sobre el triste y acomplejado Chelsea FC construyó Abramovich un equipo plagado de dinero y carente de alma.
Algo ha de tener Chelsea que ha dado nombre al hotel más famoso de los EE.UU.
En Chelsea, Manhattan, vivía la esquizofrénica de Sharon Fuchs... (ver el final del capítulo Caprichos)
Chelsea es eso y supongo que muchísimo más.
Pero yo no comprendí nada.
Anduve por sus calles tres o cuatro horas y no encontré famoso alguno. Apenas, de hecho, encontré gente. Dentro de las verjas y alambradas sí se oían pelotazos de tenis y perros ladrar. Me pareció oír el rumor de una discusión educada y un portazo poco transgresor después. Los ricos también lloran pero sus paredes atenúan el impacto.
Nada más supe de ellos. Si son felices o infelices. Si votan tory o whig. Si compran The Sun o el Guardian.
Un paseo por las nubes de lo más inútil. Mis pasos por King’s Road o Fulham Road fueron del todo inútiles. Como entrar en Pachá para comprender el calentamiento global...
Para cuando quise darme cuenta de que había que dar media vuelta, llegué a su cementerio. Allí donde descansarán las almas de los nuevos ricos de Londres.
Brompton Cemetery es uno de esos cementerios con millones de lápidas sobre un suelo verde. Pertenece al Magnificent Seven, que es como un club VIP de cementerios en Londres. Pero no hay nadie famoso enterrado allí, tipo Oscar Wilde o Mary Poppins. Apretujados están un rato, eso sí.
Así que comencé a pasear con una obsesión: ¿cómo será un cementerio chino...?
Cerca de mí paseaba una familia con una niña que a ratos se les acercaba, a ratos se perdía por entre las tumbas sin saber muy bien de qué se trataba todo aquello. O más bien sabiéndolo pero importándole un comino.
De la nada, apareció más tarde una chica enfundada en un conjunto negro de Nike. Hacía footing a una velocidad aceptable y desapareció en la inexistencia más absoluta dos segundos después, rodeando un pequeño mausoleo. Si fuera el año 2060, sería un anuncio de la compañía, como un holograma andante. La niña la siguió unos metros pero pronto se cansó. Al darse media vuelta me miró y, no encontrando interés alguno, siguió a lo suyo.
Unos metros después encontré una estampa algo curiosa. Escondido, casi esculpido, entre un árbol y unas lápidas, un hombre con un maletín miraba para todos los lados de una manera sospechosa, si acaso culpable. Bien podría haber estado esperando un alijo de droga o al mismísimo diablo, con quien firmaría los papeles que llevaba dentro de su maleta. El tipo se puso nervioso ante tanta concurrencia y se marchó poco después. No era tan buena idea aquello que hubiera ido a hacer al cementerio de Brompton. No me preguntéis por qué pero pensé ipso-facto si sería gay.
Cuando di media vuelta, la niña estaba parada mirándome una vez más. Tras el susto inicial, pensé que ya era hora de darle una oportunidad a la imagen de aquella niña como símbolo de la muerte. Llevaba un vestido blanco y la cosa, aun siendo poco original, daba para echar a volar la imaginación...
Entonces la niña estornudó y salió corriendo. Algo impropio, se me antojó, en la personalidad de la parca. Fue en ese preciso momento cuando caí en la cuenta de una presencia mucho más diminuta que había permanecido a mi lado desde que pisé por primera vez el cementerio. Una ardilla con aires de timidez coqueteaba conmigo y se escondía entre las lápidas para volver a aparecer cuando ya pensaba que jamás volvería a verla. Al principio no había reparado en ella. Era tan insignificante el valor de su vida delante de tantos muertos... Pero una vez que la niña se había esfumado del todo, comprendí que si algo o alguien debía representar allí el personaje de la muerte, éste era el de aquella inquietante presencia.
Sin tiempo para comprender aquello mejor, aparecieron dos chicas de Hackney con bolsas de Zara y hablando de alguna experiencia acojonante con cierto brasileño; un ciclista, un ejecutivo fumando tabaco de liar, un grupo de chavales bebiendo un cerveza... En ese puto cementerio no había
quien pudiera pensar por un momento en la muerte.
Lo raro fue que en todo ese rato no caí en la mole que había detrás de las tumbas. Supongo que fue porque sólo miraba al suelo. Tal vez al futuro. Mi presente más tangible era un enorme edificio que llevaba escrito en sus muros el nombre de Stamford Bridge.
40.000 hooligans en potencia gritando gooooool no parece algo que demuestre mucho respeto para los miles de difuntos que descansan al lado. Supongo por eso que cada que marca Drogba el cementerio entero se caga en tos sus muertos. Y le gritan eso de eeeeeeeeeeeeeee, ¡cabrón! Dos gradas, dos sentimientos.
Si buscabas algún significado a esta historia, no lo tiene. Es como El sentido de la vida, de los Phyton. Fundimos a negro y te quedas delante de la pantalla pensando “qué hostias quería contar este tío”. A mí me ha servido para contar algo que ya tocaba y para anunciar mi encuentro con Keira Knightley.
Sí quiero dejar aquí una última aclaración sobre el cementerio de Brompton:
“While the cemetery is still open for occasional new burials, today more people use it as a delightful public park (and a homosexual meeting place) than as a place for mourning the dead”.
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4 comentarios:
Te espero mañana en el árbol del otro día, ponte la misma camiseta que llevabas, la naranja de la mano negra.
Jajajajaja.
Usted es memo.
Te conozco de cuando ibas a San Vicente...
Vaya, creí que ibas a referenciar en este capítulo mi problema de alguna forma sutil, claro... no quería, pero de alguna manera lo deseaba, para inmortalizarme, la única forma de escapar... no le has sacado partido: has pasado del tema principal, a los chinos, las ardillas, el zara y el mundo gay. No me parece una reflexión profunda, supongo que es así como ves tú la muerte, como un compendio de nada.
Interesante entrada. Y es que estaba viendo la reciente "Promesas del este", cuando en una de sus secuencias dos mafiosos rajan la yugular a un pobre chico en este mismo cemnterio con Stamford Bridge de fondo. Acabé la película y busque en google earth para despues, una vez sabido su nombre teclearlo en google y llegar aquí. Qué te parece? Rocambolesco verdad?
Y pensar q hace cinco años pasé por allí y me fije más en un Ferrari Testarrosa q paseaba por Fulham Road q en el mismo cementerio. Qué lástima. La próxima vez prometo volver.
Un saludo!
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