sábado, 15 de diciembre de 2007

Pasando página

el oficinismo aprieta...
(pero no ahoga)


Los museos son ese lugar donde el aficionado al fútbol se venga de todos los comentarios estúpidos que ha soportado en su vida de forofo, de los cuales están en el Top Ten "vaya chut", "qué golazo" (comentado de un penalti), o "el árbitro es que va con ellos".

A veces, simplemente, le duelen los oídos de oír cosas como "pero vengaaaaaa" o "pásalaaaaaaá" (única palabra del español con dos acentos). El aficionado al fútbol ha crecido con una hermana, tuvo una novia a los doce años que le pelaba los pistachos mientras veían el partido del Plus o, ya crecidito, soporta por jefa a una apasionada de los comentarios de lunes sobre la jornada liguera (al principio decía ligera).

"Cómo se pone la Liga ehhhhhh Jose?" dice mientras se frota las manos. "A Casillas se le va a caer un día el larguero en la cabeza". "Si es que el Madrid no sabe atacar". "Son todos unos mercenarios". La insoportable levedad del rival pequeño. El gol, el arco iris y la madre que parió al que democratizó este deporte.

El lunes es, sin duda, el peor día de la semana para el aficionado al fútbol, gane o pierda su equipo.

Por eso, decía, el día que el aficionado al fútbol acude a un museo lo hace con todo su arsenal. Aún no se sabe por qué, pero arremete contra el arte. Podría pagarla con los parquímetros, con los conductores del metro, con los taxistas, los peatones, las cajeras del DIA, los peluqueros que te dan palique, las cajeras del DIA que no te devuelven el céntimo, con el presidente de la comunidad o con el vecino de arriba (el pobre, su único pecado es tener un pie ortopédico).

Pero no. Espera y espera. Y un día, en Londres, el más lluvioso del mes de diciembre, cuando las salas están a tope, ejecuta su pequeño golpe terrorista.

Como es Londres, como es gratis, como hace calorcito… los museos de la ciudad estallan de españoles. Y así oyes repetidas veces, en distintas salas, cosas como: "esto ya lo pintaba yo de pequeño y no me hacían una biografía", "¿el extintor es parte del catálogo?" o el típico caso de la pintura dibujada por un primate y dejada en ARCO, donde los eruditos paseantes se deslumbraban ante tanta belleza.

He ahí un aficionado al fútbol. Ni siquiera se cree lo que dice, pero sabe que jode. Ahí reside su inteligencia. Sabe que opinar del color y de la composición con ligereza viene a ser como decir que el achique de espacios lo inventó Javier Clemente, que criticar el minimalismo es como decir que Guti sólo sirve para las segundas partes.

El aficionado al fútbol es un tipo tan agudo que no es comisario del Reina Sofía porque le parece pedante.



Los museos son ese cajón desastre donde acaba en una tarde de sábado el que se resguarda de la lluvia, el pedante, el obligado, el que cree que no pasar por la British es no conocer el esplendor del Imperio Británico, el que se mea, el que quiere ver la Venus del Espejo y largarse, el que es o tiene complejo de Woody Allen.

Pero también el mirón, el que se deja mirar, el tipo que realizó la obra expuesta, el fotografiado y la madre del fotógrafo.

En este recuento me encontraba yo en la cola de la exposición How we are?, una especie de resumen a lo Estudio Estadio de la fotografía británica desde el siglo XIX hasta nuestros días.

Yo me creo que cuando voy a una exposición es porque me atrae el artista. Pero una vez dentro caigo en que vuelvo por lo de siempre: me encanta mirar al que mira. Recontravoyeurismo. Y ahí el espacio de una exposición se va convirtiendo en las salas de una discoteca. Es inevitable.

Por lo general, sueles echar el ojo a alguna tía que esté a tu alrededor para hacer la exposición a su ritmo. Rápidamente la descartas, porque te parece fea, o más pedante que tú, o menos. Poco importa: la fluidez de entrada del público es rápida y la especie se regenera con ligereza.

La evolución de la muestra en las paredes se confunde con la evolución de tu target dentro del público. Esto te puede obligar a pasarte un buen rato delante de un cuadro que no te interesa lo más mínimo. Por lo general, es un bodegón. Como estoy en una exposición de fotografía, me tiro un rato larguísimo viendo unas láminas minúsculas de la década de los 80 (de la década de los 80 del siglo XIX) hasta que la croata que viene por detrás se pone a mi lado.

Ya estamos a la par. Podemos ver toda la exposición juntitos, haciéndonos comentarios mudos sobre esta imagen y sobre esta otra. Cuál quedará mejor en el salón y otros planes de futuro. Cuando llegamos al siglo XX aparece su novio brasileño que había ido al servicio. Con las manos aún mojadas agarra el culo de la croata y le da un beso en la mejilla. Le comenta que había cola en el baño y que por eso ha tardado tanto. Que ya se verá el siglo XIX en otro momento. Qué listos son los brasileños. He aquí otro aficionado al fútbol.

Así que vuelta a empezar. Echas un vistazo a la sala y encuentras a una estudiante de Bellas Artes tomando unos apuntes. Cuando llego a ella unas notas infernales salidas de su IPod me echan para atrás: la cachonda de la norteamericana es demasiado soez incluso para ti.

Por el lado del neorrealismo aparece una chica normalita que pasea al lado de su madre, de genes parecidos aunque más desgastados por el paso del tiempo: son dos polacas que han jurado no separarse nunca jamás.

Ya aburrido, cuando estaban a punto de cerrar las puertas, caí en la cuenta de que nadie había posado su atención en mí. Mi barba de trece días y mi aspecto de repartidor de periódicos gratuitos no ayudaban, pero eso no evitó que me sintiera como una obrita poco apreciada.

Entonces apareció una chica de senos minimalistas y movimientos surreales alrededor de una ruta inventada sin patrón ni sentido alguno. La chica, llamémosla Gala, miraba con atención los títulos de las fotos -muchas de ellas "Sin título"-, buscaba detalles y se ponía la mano en la barbilla.

En décimas de segundo me mira y vuelve la vista a la pared. Entonces comprendo: estoy siendo monitorizado. La chica no es gran cosa pero ya se ha hecho de noche y es casi Navidad. Se me ocurre que un café en la cafetería del museo será mi buena acción del día con Gala, estudiante de Erasmus francesa que aún no conoce a nadie en la ciudad.

− Hey gorgeous, I noticed you were looking around, I buy you a coffee if you tell me your name− comenté con seguridad, sin mirarla, prestando atención a la última imagen de la exposición.
− What the hell agg you?− contestó ella con acento parisino.

La tipa, moderna, segura de sí misma y quizá lesbiana. Eso sí, francesa de los pies a la cabeza.



Mañana se disputa el Grand Slam Sunday: Liverpool-Manchester United y Arsenal-Chelsea.

domingo, 18 de noviembre de 2007

La pujanza de los García

El apellido más popular en España ya se ha convertido en el octavo más frecuente en Estados Unidos (ELMUNDO).

CARLOS FRESNEDA. CorresponsalNUEVA YORK.- Jeff García, el famoso quarterback de los Bucaneros de Tampa, se siente más que nunca como en casa. Y también Alex Rodríguez, el tercera base de los Yankees de Nueva York, negociando como está su contrato histórico de 275 millones de dólares para los próximos 10 años.

Lo dicho: García y Rodríguez figuran ya entre los 10 apellidos más comunes en EEUU, el octavo y el noveno exactamente, abriéndose paso entre los Davis y los Wilson, que pronto serán desbancados por el ascenso irresistible de los Martínez. Hernández, López y González se han colado también entre los 25 principales. Pero el gran mérito es de los García, que por algo son también mayoría en España. El flujo incesante de inmigrantes en los años 90 -con un aumento del 58% de la población hispana en el país- está detrás del fenómeno que ya se había detectado en ciudades como Nueva York, Miami o Los Angeles, pero que nunca había tenido un impacto tan evidente en la vasta geografía de EEUU.
«Los Garcías están cogiendo a los Jones», advertía ayer en portada The New York Times, que dio una gran relevancia a la pujanza de los apellidos hispanos, fiel reflejo de los grandes cambios demográficos que han convertido Estados Unidos en la segunda nación hispana, por detrás de México y por delante de España, Colombia y Argentina.

A primeros de los 90, los García hacían el número 18 y los Rodríguez el número 22 en el ranking de apellidos estadounidenses. Ahora llegan ya, respectivamente, a los 858.289 y a los 804.240. Por primera vez figuran en el top ten y la tendencia es a ir comiéndole el terreno a los siete apellidos anglos que siguen mandando.

martes, 23 de octubre de 2007

lunes, 22 de octubre de 2007

¡Yo soy su negro!

No he podido aguantarlo. Me estaba comiendo por dentro. Hoy digo públicamente que yo..., ¡yo!, escribí el libro de Sánchez de Dragó.

Y hago otra confesión, el verdadero escritor de este blog es... el propio Fernando Sánchez Dragó.

Más o menos, es lo que este tipo viene a confesarle a Ana Botella, otra a la que le va el renegror, por cierto.

Sencillamente maravilloso:

http://www.cuatro.com/videos/index.html?xref=20070927ctoultpro_11.Ves&view=ver

Esto lo publicó El Periódico de Catalunya hace unos días:

El libro en cuestión es Libertad, fraternidad, desigualdad. Derechazos, que publicó Áltera en mayo. Los comentarios de Sánchez Dragó confirman que el ensayo no nace de un diálogo "palpitante y ameno" entre el autor y su amigo Antonio Ruiz Vega, como indica la solapa, sino que es en realidad un trabajo en solitario de este último a partir de textos ya publicados."Es una entrevista imaginaria de un colaborador mío, entonces se contesta con trozos de mis obras, con declaraciones", explica el autor, que define el resultado como "muy liberal y muy extravagante", y recuerda que tanto Aznar como Botella aparecen en él varias veces, cosa que aprovecha para pedirle a su entrevistada que interceda por él "ante el altísimo", o lo que es lo mismo, para que Aznar acuda a su programa. La teniente de alcalde no se muestra muy receptiva a la petición del autor y alega que su marido viaja mucho.
En el vídeo, Sánchez Dragó culpabiliza a sus muchas ocupaciones de no haber podido dedicarse a la elaboración del libro, pero ello no le impide, tal y como dice, trasladarse a Castilfrío de la Sierra (Soria) tres días a la semana. También alardea de vitalidad --"71 años y tres baipases"--, así como de practicar 25 kilómetros en bicicleta a diario. "Parezco José María Aznar jugando al pádel", compara.

Por último, recordemos a un Sánchez Dragó más humano en el enénimo aniversario del Milenarismo:

http://www.youtube.com/watch?v=xVMSrqtsAow

domingo, 21 de octubre de 2007

Garcia Productions

Es decir, mi hermana agarciada.

http://www.leesmij.nu/leesstaal/

Trata de un maestro que explica que a los niños hay que encenderlos por la mañana, explica un día aprenderán -como yo- las capitales europeas y el día a día en la escuela.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Twenty four (party, hours, seven...)


Los científicos aún no han podido explicar la existencia del tiempo. Lo intuyen, piensan en él, se quedan sobaos y, luego al despertar, ven que la manecilla ha avanzado unos cuarenta minutos. Pero nada, no les parece suficiente. Lo mismo pasa con el azar. Y, sin embargo, existen sospechosos indicios que nos hacen presuponer la existencia de ambos. Al menos para el mortal menos riguroso. Por eso el marido le dice a su parienta: "¿Cuántas putas horas llevas en el baño?" mientras otro dice en un bar: "Pero qué potra tiene el Madrid".

El pasado fin de semana yo experimenté dos sensaciones, las dos en un mismo espacio-tiempo, que me hicieron creer en ambas magnitudes, dimensiones o lo que hostias sean el tiempo y el azar –confirmado ya como está por la comunidad científica internacional lo que es el espacio, es decir, unos 30 metros cuadrados en el barrio de Lavapiés-.

El caso. Volvía de tomar unas pintas con Cristina y Ovidio, durante las cuales habíamos debatido con acierto acerca de la capacidad del cuerpo humano sin lo que viene a ser follar. Una variable que, en ningún caso, tiende a infinito.



Tras las impagables conclusiones, volví a casa satisfecho, modo aneuronal. Era tarde, las tres de la mañana. Así que no pude oponer resistencia al sueño y caí dormido en pleno 24, el autobús que lleva a mi casa, el Bus Perfecto, como lo bautizamos Chuchi y yo cuando vino a visitarme hace unos meses.

Y luego me despertó un ángel. Noté un toquecito en el hombro y un resuello abrasador. Era éste un ángel rubio, y de tener sexo habría sido femenino, pensé. Más despierto caí en la cuenta de que no era un ángel sino la tipa más preciosa que jamás haya pisado la ruta que va desde Hampstead hasta Pimlico, el recorrido del 24.

Suzzane (así la bauticé) esperó unos segundos y me preguntó la hora. A mí. Había a mi alrededor más gente pero ella me preguntó a mí, allí dormido y con mi muñeca desnuda. ¿Tendría yo cara de saber mejor que nadie la hora y la franja horaria en la que nos encontrábamos de acuerdo con el Meridiano de Greenwich? Supongo que no, así que lo achaqué al azar. Al más puro y bendito azar.

Me recreé. La miré y sonreí a sus clarísimos ojos mientras sacaba el móvil de mi bolsillo, pues no tenía reloj. Justo en ese momento, cuando el bus arrancaba de una parada cerca de Trafalgar Square, alguien golpeó con fuerza en el cristal. Toc toc toc. Era una especie de Steven Gerrard borracho que corría a la vez que el autobús mientras lo golpeaba diabólicamente. Yo seguí sonriendo a la chica, tratando de centrarnos de nuevo en lo de la hora, los relojes y las correas. Ella, sin embargo, acudió a la llamada que venía de fuera y miró hacia el chaval.

Entonces Gerrard se llevó las dos manos a la boca y realizó un cunnilingus imaginario. Sí, este gesto en el que pones las dos manos en forma de triángulo alrededor de la boca. Tu lengua, en un gesto muy desagradable, hace el resto. Así que ahí estaba yo, con el móvil a medio sacar, pensando en el fijo, mientras una suerte de Carlos Jesús Inglés le decía a mi querubín "raticulín fiusz fiusz" y otras guarradas poco traducibles.

Suzzane, asqueada ante tanta grosería, cogió su bolso y se subió al segundo piso del autobús 24, dirección nowhere, no time.

Gerrard se dio un hostiazo con la siguiente farola aunque eso no me sirvió de consuelo, toda vez que el muy hooligan siguió retorciéndose de risa en el suelo. Cuando el bus doblaba la esquina me pareció verlo enrollándose con la farola, aunque es probable que se estuviera electrocutando.

Sólo me quedaba esperar en la escalera a que Suzzane bajase del segundo piso en su camino a casa. Si me atrevería a decirle algo o si me parecería adecuado abordarla dado lo tarde, el desconocimiento mutuo y la cultura de los ángeles anglosajones era otra cosa. El 24 llegó a Pimlico y el bus se quedó vacío. El conductor me miró con cara de lárgate y yo le grité que one second mientras subía de dos en tres peldaños las escaleras al segundo piso, donde no encontré a nadie.

Llegué a casa pensando que habían pasado 40 minutos aunque quizá, concluí, no hubiera pasado nada, ni tiempo ni azar.

lunes, 15 de octubre de 2007

Millás

Millás gana el Premio Planeta.

Yo lo celebro con su columna de EL PAIS que más me gusta:

El Móvil

El tipo que desayunaba a mi lado, en el bar, olvidó un teléfono móvil debajo de la barra. Corrí tras él, pero cuando alcancé la calle había desaparecido. Di un par de vueltas con el aparato en la mano por los alrededores y finalmente lo guardé en el bolsillo y me metí en el autobús. A la altura de la calle Cartagena comenzó a sonar. Por mi gusto no habría descolgado, pero la gente me miraba, así que lo saqué con naturalidad y atendí a la llamada. Una voz de mujer, al otro lado preguntó: "¿Dónde estás?" "En el autobús", dije. "¿En el autobús? ¿Y qué haces en el autobús?" "Voy a la oficina." La mujer se echó a llorar, como si le hubiera dicho algo horrible, y colgó.

Guardé el aparato en el bolsillo de la chaqueta y perdí la mirada en el vacío. A la altura de María de Molina con Velázquez volvió a sonar. Era de nuevo la mujer. Aún lloraba. "Seguirás en el autobús, ¿no?" dijo con voz incrédula. "Sí", respondí. Imaginé que hablaba desde una cama con las sábanas negras, de seda, y que ella vestía un camisón blanco, con encajes. Al enjugarse las lágrimas se deslizó el tirante del hombro derecho, y yo me excité mucho sin que nadie se diera cuenta. Una mujer tosió a mi lado. "¿Con quién estás?", preguntó angustiada. "Con nadie", dije. "¿Y esa tos?" "Es de una pasajera del autobús". Tras unos segundos añadió con voz firme: "Me voy a suicidar; si no me das alguna esperanza me mato ahora mismo". Miré a mi alrededor; todo el mundo estaba pendiente de mí, así que no sabía qué hacer. "Te quiero", dije y colgué.

Dos calles más allá sonó otra vez: "¿Eres tú el imbécil que anda jugando con mi móvil?", preguntó una voz masculina. "Sí", dije tragando saliva. "¿Me lo vas a devolver?" "No", respondí. Al poco, lo dejaron sin línea, pero yo lo llevo siempre en el bolsillo por si ella volviera a telefonear.

jueves, 11 de octubre de 2007

31st December




Batallitas

La tarde que entrevisté a Keira Knightley llevaba sólo diez días en Londres. Aún no comprendía bien la diferencia entre un macchiato y un capuccino y dudaba si el Starbucks tendría en cuenta este factor a la hora de contratarme. Aún no he podido comprobarlo, con la ventaja que supone eso para mi calidad de vida y la de miles de ingleses adictos al café.
Recuerdo también que estaba cerca el 1 de abril, cumpleaños de mi amigo Gómez***. De camino a mi encuentro con KK llamé por teléfono a Manolo, que entonces vivía con él en un piso de estudiantes treintañeros.
Lolo me comentó que en unos días sería el cumpleaños de Gomecienne y que qué acojonante, vas a entrevistar a Keira Knightley, ¿ésa quien es?, ah la pirata del Caribe, vale, joder, pues ésa le gusta al Gómez, pídele que te grabe un happy birthday pal gómez o algo.
Claro, claro, Lolo, lo haré sin duda, le dije.
Cuando colgué pensé que Manolo había perdido la cabeza si pensaba que iba a pedirle eso a Keira. Pues no tenía yo otra cosa que hacer.
Mis intenciones estaban más cerca de pasarle mi teléfono en una nota dentro de unos bombones o sobornar al botones para que me dijera su nombre en clave en el hotel, tipo Matahari o Cleopatra.

Seamos honestos, ni entrevisté a Keira ni leches. Me soltaron al lado de once tipos en una mesa redonda y allí mismo la acribillamos a preguntas. Aún así, de camino al hotel tejí una fantasía en mi cabeza con diferentes finales, al más puro estilo Wayne`s World, todos ellos parecidos a cosas que le pasan a Hugh Grant con Julia Roberts en Notting Hill.
El hotel donde conocí y enfadé a Keira Knightley era, de hecho, clavado al de aquella película. Y aún hoy me queda la duda de si sería el mismo y hasta si podría haber pasado algo entre Keira y yo de no haberme mostrado tan impertinente aquella tarde.
Éstas palabras las escribí para desahogarme aquellos días y comienzan con una cita que me escribió por entonces mi ex compañero de piso Jeremy, conocido por muchos, buscado por Wendy.

I had nothing to offer anybody except my own confusion – Jack Kerouac

Yo no tengo más que ofrecer que mis propias experiencias.

En menos de treinta minutos había sucedido todo. El lugar: el Hotel Mandarin Oriental de Londres. La hora: la del té. Tea time. Toma tres tazas. ¿Te tuteo? Toma asiento en el tatami. La t, todo un carácter.

Me situé delante de los porteros del hotel y les dije que venía a una round table con Kira Naili, que es la Kira Miró inglesa, la musa de Kupra. La k, otra de las grandes, la letra de Txampa, el Jack Kerouac español. “Hola amigos, he quedado con Keira”, les dije con tono de borracho feliz. De hecho, cualquier persona que se cruzara en mi camino recibía esta información: "Vengo a una round table con KK". "Vale, yo voy a vaciar los ceniceros".
Todo se debía al hecho de que en el Hotel Mandarin Oriental en cuanto te distraías un poco perdías la perspectiva de lo que ibas a hacer allí. Y perdida la perspectiva, perdías la seguridad.

Lo que iba a hacer yo allí era una entrevista con la susoredicha, acompañado de otros cuantos periodistas venidos de los siete mares a ver qué intimidades tenía que contarnos KK en relación con el rodaje de Piratas del Caribe III (interés cero en la escala Jorge Javier Vázquez) o en relación con su postura favorita y si duerme desnuda o con chanel número 5 (interés cien).
Me sentía yo el protagonista de Notting Hill en todo aquello. De hecho planché mi mejor americana para la ocasión (la única que encontré en mi armario). En una round table de cuatro siempre hay posibilidades de acercamiento ¿no? Pues un poquito de Channel también. A por ellos.

La intimidad soñada, sin embargo, y mi mirada felina en una entrevista más cercana se vinieron abajo en cuanto me explicaron que todo iba fatal, que no cumplían el horario previsto y que o arreamos o se jode el invento. El gozo y el pozo. Los gozos y las sombras. La maldición de la perla negra. Por una cuestión de periodismo de economato nos juntaron a 4 x 3 = 12 periodistas. Un dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce uuuuuuuuu uh, ¡doce!

Nos presentaron a todos en una sala en la que servían café templado, momento en el que decidí que trataría de evitar por todos los medios coincidir en la mesa redonda con esa periodista infumable de una revista holandesa, ilusionadísima ella en que nos juntaran a las revistas del glamour para hacer todas las preguntas con más glamour. Y puso un ejemplo: lo primero que voy a preguntarle será cuál es su lipstick favorito. Cacho lesbiana.

La holandesa se desinfló ante la presencia de Keira y no abrió la boca en todo el rato que estuvimos allí. Yo al principio lo mismo. Me sentía como el becario de una revista de ajedrez preguntándose si la Keira se enrocaba antes o después del primer jaque.
Sencillamente, era imposible entrar en ese torbellino de preguntas y respuestas. Era como si hubieran acordado de antemano un diálogo. Así que mantenía el tipo como podía comprobando que la grabadora estaba haciendo su trabajo. Toc toc toc, grabando. No te preocupes chaval, que eres todo un profesional.

Cómo introduciría una de las 10 preguntas que traía en la mochila en aquel absurdo partido de tenis a trece me parecía inimaginable. Pero de repente hubo un pequeño silencio. La periodista brasileña dudó. El alemán dejó de preguntar gilipolleces sobre Jerry Bruckheimer. El francés había recibido un hachazo de Keira unos segundos antes. Nadie parecía dar el relevo...

Así que de repente, sin quererlo, me encontré diciendo estas palabras: "Keira... sabemos que vives con tu hermano..." Ella me interrumpió: “yessssss” (¿se puede ser pija con un monosílabo? Sí). Continué: “Eres la británica más sexy del momento... 22 años... una ciudad como Londres... ¿vivir con tu hermano… no le quita un poco de glamour a tu personaje?"Zas Zas. El signo del zorro. El español atacó cuando menos se esperaba. La brasileña se puso colorada, el alemán sonrió –tiene cojones el hispano-, el japonés le preguntó a una colombiana si había oído lo que había oído. La holandesa no aguantó el esfínter y se le escapó un pedete.

Por su parte, Keira dibujó una kara merecedora de oscar. Había rabia, indignación, ira. Pero sobretodo estupefacción. Supongo que hasta entonces le habían dicho de todo. Pero jamás, jamás jamás un periodista con un inglés tan pobre y lamentable, tan ¿dónde hostias y quién te ha enseñado así a hablar mi lengua? le había insinuado que vivir con su hermanísimo adolecía de cierto toque y clase.

“Whaaaaaaat?”
“I mean, you know, I don’t want to bother you but… you know, your brother, you, the fashion, the oysters in vinegar…”, no sé muy bien cómo reelaboré la pregunta pero sonó peor aún que la primera vez, razón por la que ella se enfadó todavía más. “No, dime tú con quién debo vivir, Sois vosotros los que decís qué es glamour y qué no”, dijo, y unas cuantas cosas más a las que no le faltaban sentido, ciertamente.

Luego Keira reculó, mostró su cara B, la que ofrece la mayoría de los días a los medios y dijo que su hermano era muy nice. También bromeó: "Es limpio".
Jajajajajajajaja.
La holandesa ahí dejó escapar una carcajada que era antes un necesito reventar por donde pueda porque se me escapa otro pedo. La tensión del directo, compañeros.

La entrevista siguió nuevos derroteros y yo realicé otro par de preguntas, inigualables en calidad y tensión hitchcockiana con la primera. Aún así, Keira me sonrió cuando le pregunté si era cierto que en su próxima película –The best time of our lives- tiene una escena de sexo con Sienna Millar. No, dijo ella. Pero te has leído el guión, pregunté yo. Sí, concedió agotada.

Ésa fue la última pregunta. Quizá la siguiente habría sido para la holandesa, que se fue sin saber cuál era el lipstick favorito de la KK. Keira se largó con viento fresco y no me dedicó una última mirada. Supongo que no quería que se notara el odio, tan cercano como sentimiento al amor apasionado.

Como Hugh Grant a mitad de Notting Hill, de momento me mantengo mirando las portadas de las revistas y pensando si debería haber intentado lo de los bombones.

*** Los tres asteriscos representan el hotel y restaurante que ha abierto Gómez en Ávila, un lugar donde se come genial y mejor se duerme. Lo sé porque he hecho lo primero y he imaginado lo segundo. Si alguna vez vais a Ávila no dudéis en acudir.

Hotel Las Leyendas. Restaurante La Bruja.

miércoles, 10 de octubre de 2007

España se rompe 2 (otra de universos paralelos)

Pues me vais a llamar coñazo una semana más...
Pero yo al Iñaki lo planto en mi blog porque es que es un puto crack.
Y porque con mucha más gracia que yo nos canta las verdades del barquero (como decía el otro garcía):

http://www.cuatro.com/videos/index.html?xref=20071003ctoultnot_5.Ves&view=baja

Por si te ha parecido poco... (Rajoy also starred)

http://www.cuatro.com/videos/index.html?xref=20071010ctoultnot_5.Ves&view=alta

viernes, 28 de septiembre de 2007

La ciudad roída

TRAS CASI tres mil años de atropellada historia, Palermo se sacude cada día como un pequeño volcán urbano que entra en erupción a las 7 de la mañana. Los conductores más temerarios de Europa, los tenderos más gritones y las madres más alborotadoras despiertan al visitante y le invitan a recorrer una ciudad roída por su historia, anquilosada en el presente y dubitativa en su futuro. El destino de la ciudad se paró hace tiempo. Y aún así, se oye a lo lejos un ruido de tuercas y turbinas de incierto significado. Palermo, como el Etna, el volcán que descansa en la otra vertiente de la isla de Sicilia, avanza y se tambalea a base de sacudidas históricas.


***


Palermo se sitúa en esa categoría de ciudades mediterráneas vocingleras: en la parte vieja de la ciudad son constantes los pitos de los coches y las motos, el ruido de motores de diferentes clases con la necesidad imperiosa de una revisión. De hecho es habitual ver a un palermitano arreglar su macchina o motocicletta en un garaje que también necesita una amplia mejora. Todo, o casi todo en Palermo requiere un arreglo. Y sin embargo el descosido arquitectónico en la zona vieja ofrece un aroma a pasado que dota a la ciudad de una poderosa atracción.

Si Palermo existiera hoy en un estado de conservación ideal sería simplemente fulgurante. La vista desde el Monte Pellegrino ofrecería una desordenada consecución de palacetes, iglesias y teatros romanos, árabes, normandos, románicos, góticos, renacentistas, barrocos…
Muy lejos de eso, la antigua ciudad fenicia de Zyz se conforma con ser una alocada trama de calles con escombros en el suelo y vestigios de lo que pudo ser haber sido sumados todos sus pasados.


Impresiona esta cantidad de santuarios esparcidos aquí y allá. “A veces es imposible reconstruirlos, dice Florinda, una traductora. “¡Ni siquiera se sabe quiénes son los dueños!” La chiesa di Santa Catarina, un antiguo monasterio dominico del Trecento, estuvo cerrada casi 40 años porque no existía una persona que la abriera cada día. ¡Nadie se preocupó de contratar un encargado!

La capital de la Sicilia es el joyero de una vieja diva, demasiado mayor para reordenar tanta reliquia suelta. Impresiona, en concreto, el mercado de Capo. Poseído por los cientos de pescaderos que trepanan cada día el oído de sus vecinos y clientes, tiene secuestrado en su corazón una impresionante perla del Barroco, la Inmaculata Concepcione al Capo. Cuando abres los ojos te encuentras con una reluciente estructura de mármoles, frescos y columnas salomónicas. Si los cierras, oyes el silencio que tiene atrapado entre sus paredes.

Fuera de la Inmaculada todo es de nuevo decibelios y agitación. Cada esquina es una pintura costumbrista o una escena filmada por Roberto Benigni. La ciudad acoge una actividad incesante en sus calles, un movimiento constante a pequeña escala: conversaciones de balcón a balcón, paquetería a la vuelta de la esquina, reparto entre el laberinto de calles que forman los mercados de Ballaró, Vucciria o Capo. Como todas las mediterráneas, la ciudad encierra cierta dosis de sorpresa, llámese caos. ¿Es esto un parking o la entrada de una iglesia? El número de objetos inesperados o imágenes pintorescas es también incontable. Tan pronto ves a cuatro ocupantes a bordo de una vespa como una procesión por sus calles siguiendo a un muerto en el mejor estilo de El Padrino.
Camas, camastros, sillas, somieres, carritos aparecen y desaparecen al azar por las calles, algunas de ellas temáticas, como aquella donde sólo se venden parrillas y fogones. En otra, no se conoce la razón, sólo hay copisterías y servicios fúnebres.

El carácter de la ciudad se percibe también al volante de un automóvil. Sorprende que en una ciudad con escasa cultura del intermitente cualquier cosa sea permisible encima de una moto. En una vespa, se come mazorca, se lleva una vara de dos metros, un televisor, se habla por el móvil, se grita o se suena el claxon. Pero rara vez se da el intermitente.

Los conductores cogen la aspiración al piloto que va delante, se ponen a rebufo, adelantan en la frenada y hacen lo que les viene en gana hasta que hace su aparición el safety car, en una competición que aúna a motos, coches y otros aparatos susceptibles de ser conducidos. En estas condiciones, no dar el intermitente es, realmente, una decisión muy personal.


Y aunque no es Londres o Madrid, la gran extensión entre los dos riscos que delimitan Palermo y el precario sistema de transportes obligan al palermitano a acceder al centro con un coche propio, por lo general pequeño. En ninguna otra ciudad europea se puede contemplar semejante legión de Fiat 500 y 126, los moldes italianos de los hispanos SEAT Seiscientos y SEAT 127. Hay atascos, sí, pero de vespas, camionetas, seiscientos, Seats del pasado y algún que otro Lancia Ypsilon.

Cada día, los reyes españoles Felipe II, Felipe III y Felipe IV y el emperador Carlos V presencian cómo el desastre urbanístico está a punto de suceder bajo sus pies. Es el Quatro Canti, o las cuatro esquinas, barroco enclave de las dos arterias más importantes de la ciudad, la vía Maqueda y la vía Vittorio Emmanuelle, en la que cuatro semáforos sirven de tenue orientación a los conductores palermitanos. Con dos o tres grandes arterias saneadas y un sinfín de callejuelas que no parecen pertenecer al mismo sistema sanguíneo, Palermo, podría decirse, es una ciudad tranquila que cada día se asoma al mismo caos.


Con todo, la ciudad tiene un punto de estrés que sintoniza muy bien con otro muy distinto de pachorra y calma y que alcanza su punto álgido a la hora de la siesta, u horas, pues es del gusto palermitano hacer una siesta larga, tal vez una costumbre heredada del pasado español en esta tierra.


***


Lo irónico de una ciudad tan sonora es su silencio como lacra. La omertá –la ley del silencio- reprime aún a una sociedad que no se muestra unánime ante su problema más universal, la mafia.

Florinda habla de una cultura de favores que tanto dañe le hace a Sicilia. “Aquí ya no hay una mafia de extorsión o asesinatos, hay un sistema de favores y amiguismo, y así las cosas no pueden funcionar”. Pero Florinda percibe leves y esperanzadores cambios. “Antes el jefe contrataba una persona ‘recomendada’ y lo situaba en un puesto para el que no valía. Ahora sigue contratándolo, porque debe un favor, pero también contrata a una persona que haga bien el trabajo. ¡Algo es algo!”

Parte del problema es que el cambio necesita de una mentalidad de progreso que no abunda entre los sicilianos. El cantante Franco Battiato ya afirmó en su día que Sicilia lleva su maldición a cuestas. Como isla, está condenada a hundirse sobre sus raíces. La cultura de la isola italiana deja caer el mito de que el siciliano es ya perfecto, ¿para qué cambiar entonces? El viejo tira y afloja entre el progreso y el orden de cosas de siempre. La ciudad tiene su encanto en la decadencia, es cierto, pero Agostino, un ingeniero que está aprendiendo inglés para salir de la isla, cree que sería mucho más atractiva al visitante si mejoraran ciertas cosas. “¿Es eso posible?”, se pregunta.
Primero, cree, hay mucha pereza. Segundo, mucha burocracia. Y tercero, empantanada entre la burocracia, o como causante de la misma, está la mafia. Tiziana, su profesora de inglés, apoya este argumento vox populi. “La mafia sigue existiendo pero ahora viste corbata y trabaja en los bancos”.

Pero sí hay un run-run del cambio. Las pintadas de antaño en las paredes se han constituido en reacciones populares más contundentes. La escenografía se ha sofisticado. Hoy por fin hay una organización para sacudirse la mafia de encima, el comité Addio Pizzo.

Addio Pizzo surgió en medio de unas copas. La página web de la organización lo explica así: Todo empezó una noche entre amigos, en el verano del año 2004. Fantaseaban con la idea de abrir un bar de copas. De repente uno dijo: “¿y si nos piden el pizzo?”. En Sicilia, la extorsión se llama así: pizzo. Es el sistema con el cual la mafia impone su tasa y controla el territorio. Al día siguiente, Palermo se levantó con muros, farolas y cabinas telefónicas llenas de estos adhesivos:


Lo que está escrito significa: “Un pueblo entero que paga el pizzo es un pueblo sin dignidad”. Inesperadamente, la ciudad pareció levantarse y reaccionar. Alrededor de los chicos que pegaron los primeros adhesivos se juntaron progresivamente jóvenes que compartían la misma idea: mientras se siga pagando el pizzo, no seremos libres. Porque si mi panadero paga el pizzo, yo también, cuando compro el pan, dejo una parte de mi dinero a la mafia, y me someto a ella. Así nació el comité Addiopizzo". Http://www.addiopizzo.org/

¿Y qué pasa si no se paga? “Bueno, de primeras no se toma bien”, dice Florinda”, pero las medidas no son drásticas. Te llaman por teléfono o te ponen silicona en la entrada de la tienda. Tratan de asustarte. Si en el siguiente pago vuelves a fallar es posible que pasen a otro tipo de acciones”.


El comité trabaja en la actualidad tratando de impedir la conmutación de las cadenas perpetuas para miembros de la mafia.

Según un estudio de la Universidad de Palermo, la Mafia exige un pago de 59 euros al mes a vendedores callejeros mientras la cifra sobrepasa los 700 euros cuando se trata de restaurantes y hoteles. Y aunque casi el 90 por ciento de las empresas paga el impuesto ya hay federaciones que han acordado plantarse. Poco tiempo después del arresto del capo de capos Bernardo Provenzano, el pasado año, Cofindustria votó unánimemente que expulsaría de su asociación a cualquier miembro que tributara a la Cosa Nostra.

Su voto era un apoyo a Andrea Veccio, un empresario de la construcción que comunicó a la mafia que ya no pagaría más. Desde su decisión ha recibido cuatro amenazas de muerte y dos de sus construcciones han sido saboteadas.

Así funciona la mafia, los últimos dueños de una ciudad maleada por demasiados patrones en su historia. Los mafiosi –hombres de honor- no han dejado una estatua en la antigua Zyz que les rinda tributo pero son quizá la seña de identidad más notoria que ha ofrecido el pueblo siciliano al mundo. Son hombres que resuelven sus asuntos como algo propio, como “cosa nostra”.

El comité Addiopizzo, Cofindustria y otras voces esparcidas por toda Sicilia podrían significar el principio de un cambio. Quizá es tan sólo el viejo motor de la isla, el cambio por el cambio, como afirmó Giuseppe di Lampedusa en su famosa novela El Gatopardo: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.

El arresto de Bernardo Provenzano, el 11 de abril de 2006, ha sido el último de estos cambios. Quizá sea tan sólo la penúltima sacudida de la ciudad de Palermo y de la isla de Sicilia en mitad de su historia.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Universos paralelos

España 61 - Rusia 60.
Gasol, MVP.
Navarro, Gasol, Calderón, Jiménez y Bargnani, quinteto ideal.
Kirilenko deja el basket y vuelve con sus padres a Siberia.
España, campeona del Eurobasket 2007
Gracias, Ovi (Wan Kenobi).

jueves, 13 de septiembre de 2007

Venice

AL PARECER, Venecia fue una ciudad limpia en la que –o sobre la que- los niños, allá por el siglo XX, jugaban en sus canales. Tripulaban barcos de madera y fantaseaban con invadir la capital del Véneto, algo improbable en los tiempos que soñaban, pues el enemigo, desconocedor de que Venecia se encontraba rodeada de lagunas de bajo fondo, encallaba fácilmente antes de avistar siquiera el Palacio Ducal o la Iglesia de la Saluté.
Más tarde, y ante la mirada de niños y de ancianos, de los teatros, las iglesias y el tiempo en las paredes, le hicieron a Venecia otro canal. Y a pesar de que era un canal válido y serviría para la nueva refinería, fue un canal no querido, un poco como quien tiene un hijo por tenerlo, quizá porque es obligado concebirlo. Le hicieron el harakiri a Venecia, pues, la abrieron en canal, por decirlo en el idioma imaginario de las góndolas y los gondoleros.
Venecia se volvió entones sucia y se rodeó por su flanco noroccidental de la industrial Marghera, toda llena de refinerías y otras factorías de la polución. Factorial ella misma, vio multiplicar las chimeneas, los palos y los tubos metálicos: Porto Marghera. Y a los pies de ésta creció otra ciudad que en poco se parecía a Venecia, le daba la espalda en lo estético y la respaldaba en lo tétrico. Era Mestre.

***

Para ver la suciedad de Venecia hay que mirarle cara a cara. Sostener con el canal un duelo de miradas. Y si lo pierdes, y dejas de mirar el agua, o lo que sea eso, y ves la ciudad en su conjunto, Venecia ya te ha ganado para su causa. Entonces te animas a perderte tú mismo por sus calles, pides un spritz, te vuelves a perder, pasas de un barrio a otro sin saber si ingresas en el que ya estabas o abandonas aquél por el que creías vagar. Te pierdes otras mil veces sin encontrar un minotauro o la razón por la que se hace tan bello enredar el camino en medio del mar, porque estás en medio del mar, la Atlántida no está perdida, simplemente olvidaron recordar sus coordenadas. Te pierdes tanto que acabas por olvidar lo que buscabas, que creo que era un lugar donde poder seguir de juerga, donde tomar otro spritz mientras oyes el balanceo del dialecto italiano del Véneto. Entonces, cuando parece que ya no queda otra salida que encontrar de verdad la salida, te encuentras, de bruces, con el Venice Jazz Club, un club de Venecia que, como también explica su nombre, se hunde con la ciudad mientras extrae las últimas notas con un poco de Dizzie Gillespie y de gente de ese tipo o condición. Dentro de cien años, cuando la última gota rebase el Campanile de San Marcos, los músicos del bar se dirán eso de “Fue un placer tocar con ustedes”.


***

En el Venice Jazz Club unos tipos de nombre italiano tocan música de tipos con nombre americano: Gillespie, sí, y Goodman, Corea, Marsalis y otros, conozco después. Un espectador muy especial, el número 16 de los 20 ó 25 que estamos en el local, mueve sus pies y manos con gracia y se arranca a aplaudir siempre el primero. Unas gafas gruesas y unas cejas más gruesas le hacen parecerse a Moe Greene antes de morir en El Padrino. Vuelve a aplaudir antes de salir al canal en el descanso. Le pregunto si le parecen buenos los italianos. “Bravo, bravissimi, numero uno”, me dice. Se atropella, salta de tema en tema por estrechos puentes de madera. “Wynton Marsalis, numero uno. Sonny Rollins, ah, lo conoces?, bravo, bravo. El Lido, ¿de dónde eres? Español?, bravisimo”. Me cuenta que él no sabe una palabra de español pero que me entiende mejor que un español. En cada breve pausa aprovecho mi turno, y conozco que es de Sicilia, de Siracusa, que ama el jazz sobre todas las cosas, que tiene él también un ritmo especial, disonante, o así, que ha estado en Madrid y Barcelona, no se moja, no sabe decir cuál es mejor, él es de mar, viene de Siracusa y vive en Venecia, en el Lido, “Jude Law es bajito, sí, piccolo, como tú, no, más piccolo que tú, tú no tan piccolo, Johnny Depp sí que es como tú, pero bravo, grueso, me dice, con porte, lo he tenido cara a cara, vivo en el Lido, el jazz, sólo compro jazz, no sé por qué vivo en el Lido, me queda lejos de la Refinería, trabajo en Marghera. Vamos dentro, vuelven a tocar”.


***


El concierto termina y el Venice Jazz Club se traga las últimas notas de música en la ciudad. Venecia es un pergamino arrugado de calles vacías y oscuras en las que se lee con dificultad los letreros que te llevan de vuelta a la Ferrovia, al comienzo del laberinto, donde tu hotel consigue trazar una fina frontera que deja a un lado lo práctico y racional y al otro el ensueño y la imaginación. Ambas se juntan en tu sueño y los niños, allá por los años 30, vuelven a jugar por siempre jamás con barcos de madera.

martes, 28 de agosto de 2007

domingo, 26 de agosto de 2007

Brothers in arms

Dicen que un millón de británicos vive ya en España. Muchos parecen, especialmente si se tiene en cuenta la cantidad de ruido, pis y cerveza que destila una jauría de ese tamaño.
Un millón de británicos espolvoreados por España, así, como quien echa la sal en la pasta, siguen siendo muchos británicos y digo yo que un fenómeno así tendría que sentirse en la Costa del Sol o en Ibiza, sí, pero también en Cuenca, Teruel y otras ciudades que sólo existen en la fantasía popular del español medio.

Además, un millón de 'Rooneys' menos en el Reino Unido se sentiría en las calles de Londres y sus alrededores. Pero aquí sigue habiendo la misma cantidad de descerebrados, payasas y demás fauna sajona, según cálculos personales. La cifra de esta presunta fuga de cerebros me parece exagerada.

En todo caso, cuando el río suena es que británicos lleva. Paralelamente, y si tú me dices que cerca de un millón de británicos disfrutan ya de España, yo te cuento que unos cinco millones de españoles viven ya en Londres. Malviven. Lo que estamos viendo aquí es un clarísimo caso no de fuga sino de intercambio de cerebros. Millones de masas encefálicas (y sin el ence) van y vienen de un país para otro en un hermanamiento que no tiene parangón en la historia de ambos países. Hijos de la Gran Bretaña, los unos. Hijos de la Armada Invencible, los otros.

Un proceso que significará, allá por el año 2020, el intercambio físico de estas dos grandes naciones.
Reino Unido será entonces un país poblado por españoles con una minoría de indios, británicos e italianos. El español, que había venido a conquistar el mundo por la vía del idioma, acabará conquistando Bretaña, la gran isla de la campiña y las isobaras por los suelos. Como pueblo de conquistadores que somos, será lindo confiscar este cacho de césped. Aunque eso es precisamente lo que querían los británicos, desprenderse del país que no ve el sol de octubre a marzo.

Por entonces ellos tendrán a su disposición el Levante, la huerta murciana, la Costal del Sol, por supuesto, y comerán pescaíto and chips en Cádiz por media libra. La capital será Gibraltar y la Moncloa será reconvertida a macrodiscoteca. Portugal, ahora que la Península es británica, se anexionará a Spain y el País Vasco y Cataluña obtendrán su independencia. Sin embargo, habrá grupos terroristas que reivindiquen su anexión a Spainland. Los britiñoles, muy aislacionistas ellos, dirán que nanai o que no hay mus.

Un dato farandulero: Isabel II de Inglaterra pasará sus vacaciones en la Isla del Perejil.

Clark Kent García, parapsicólogo.

viernes, 24 de agosto de 2007

8. Ampliación


Londres, 19 de octubre. 21.47.

El Director Ejecutivo de la Compañía de Seguros Swiss Re, David Mulligan, fue encontrado muerto esta tarde en la orilla del río Támesis, sin que se puedan precisar aún las causas de su muerte, informan fuentes policiales.

A pesar de que el jefe de Scotland Yard, Peter Beardsley, evitó hacer declaraciones estas mismas fuentes descartaron que Mulligan hubiera sufrido un accidente o hubiera fallecido después de un suicidio, con lo que la alternativa del crimen se convierte así en la primera hipótesis que baraja la policía.

Mulligan apareció muerto a las 21.25, cuando apenas quedaba visibilidad, en el tramo del Támesis que va desde el Chelsea Bridge al Vauxhall Bridge, enfrente de la popular Battersea Power Station.

La policía investiga en estos momentos si la muerte de Mulligan guarda alguna relación con un suceso que protagonizó el propio directivo de Swiss Re una hora antes en la cadena de supermercados Sainsbury’s.

Según testigos presenciales en el supermercado, el ejecutivo no pudo realizar su compra después de que una de las cajeras no autentificara la firma con la tarjeta de crédito que él mismo le había entregado y se marchó sensiblemente disgustado del local, entre insultos y acusaciones.

La compañía de seguros, que había colgado un escueto comunicado en su página web después del incidente, prefiere no pronunciarse aún acerca de la muerte de su Director Ejecutivo y ha convocado una junta urgente para mañana a primera hora del día.

Mulligan era conocido en el mundo de las aseguradoras como “Tiburón” (Shark) y protagonizó varios casos controvertidos en la década de los 90 relacionados con la compañía British American Tobacco.

El hombre de negocios inglés se desenvolvió a su vez por la noche londinense y tuvo un juicio por deslealtad a la Corona Británica en el caso conocido por la prensa inglesa como “David Sucks”.

El Tribunal Superior Británico condenó a Mulligan por desacato a la Corona tras afirmar en un periódico que a los ingleses no les gustaba la monarquía “desde que la Reina la chupaba”.

Fue la propia Reina, sin embargo, la que decidió indultar al entonces joven ejecutivo después de que el propio Mulligan se retractase de sus palabras.

Mulligan era el padre de David Mulligan, de 30 años, y de Amelda Núñez, de 11, niña filipina adoptada con su ex mujer Anna Bliss, de quien se divorció a principios de este año.

7. Con prisa

En el súper, un tío; el otro es más rápido. Le bajan los humos en caja. ¿Cómo que no vale, quién te crees, perito caligráfica?, dice. Parte una barra y se pira. Así fue.

6. Thriller


- ¿PUDO VER AL HOMBRE que se quejó del asunto de la barra de pan?
- No...
- Pero sabe que un tipo...
- (interrumpe) Sí, sí, lo sé, claro que lo sé, ¡lo sabe todo Londres! El tipo de la barra, el tipo al que nadie localiza, el misterio del tío del pan. Oiga, llevo aquí dos horas, ¿puedo contarle lo que sé y largarme?
- ¿Por qué tanta prisa?
- Esto es absurdo, una persona monta una bronca en un supermercado y me retienen por no sé qué estúpida ley. ¿Prisa? Tengo entradas para una fiesta, ¿sabe?
- ¿Conocía de algo a la víctima?
- ¿Víctima? ¿Ha dicho víctima?
- Ha sido encontrado muerto en el Támesis hace una hora, también lo sabe todo Londres. ¿Lo conocía o no?
- Víctima… vaya. ¿Eh?, no, no lo conocía. Lo vi otras veces en el Sainsbury's, como a más gente. Vivo en el barrio desde hace más de seis años. Un barrio muy tranquilo. ¡Víctima!
- Se le ve afectado, ¿le afecta personalmente esta muerte?
- ¡No! Es sólo que... víctima. Era una persona enfadada, nada más. ¿Y está muerto?
- ¿Qué fue lo primero que le llamó la atención?
(silencio)
- Señor, ¿qué fue lo primero que le llamó la atención?
- Sí. Recuerdo que iba con mis cascos y no podía oír nada pero noté que todo el mundo se giró en una dirección así que di media vuelta y me quité los cascos. Entonces esta persona estaba gritando como un loco algo, amenazando a la cajera.
- ¿Recuerda las palabras exactas?
- Algo así como: tú no sabes con quién estás jugando, soy un tipo muy importante y vas a volver a saber de mí antes o después. No recuerdo las palabras exactas pero le comentó que cómo era posible que supiera que su firma no era la misma que la de la tarjeta, algo que me sorprendió, pues yo siempre pienso cuando firmo qué pasará si me equivoco. Luego se marchó con una barra de pan.
- ¿Por qué cree que dejó el resto de la compra y se llevó la barra de pan?
- No lo sé, supongo que lo hizo de forma inconsciente.
- ¿Le suena de algo el nombre de Lisa Bonet?
- No, nunca lo había oído.
- ¿Recuerda algún otro detalle?
- Bueno, lo cierto es que en todo aquello algo había algo de teatral pero no sabría precisarle por qué.
- Es un efecto de irrealidad típico en un testigo, no creo que tenga mayor importancia. Si recuerda algo más consistente, por favor llámeme a este número.
- Gracias.
- Disfrute de su fiesta.
- No creo que vaya pero gracias.
- Hasta pronto.
- ¿Disculpe? ¿Oiga?, ¿oiga?

jueves, 23 de agosto de 2007

23 Agosto.

Acabo de poner la calefacción.
Comeos la última galleta de Oreo:
El milenarismo ha llegado.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Y si luego...?

EL TIPO murió como se debe. Aguantó una larga enfermedad, como dijo el diario de provincias, y exhaló el último aliento sin queja alguna. Antes vivió también como es debido. Jamás se divorció de la mujer con la que se casó. Bebió poco, aunque nunca dijo si lo hizo por salud o por otro imperativo de mayor calado. Hizo el amor por primera vez ni tarde ni pronto, según él, aunque nunca lo llamó de esta manera. Fue con su mujer, por supuesto, y jamás pensó en caer en los brazos de otra, aunque fuera una profesional y por mucho que le insistieron sus amigos. No timó al fisco aunque tampoco tuvo una palabra bonita a ninguna chica que pasara por su lado. Fue un tipo tranquilo que creyó desde siempre en lo mismo que habían creído sus seres más cercanos, quizá queridos. Pasó por el mundo de forma virtuosa y no hubo una sola persona que dijera jamás una cosa mala sobre él. Y además las hubo buenas. Cuando murió alguien que no fue ninguno de sus hijos afirmó: “Qué bueno que era”. Y otro más aseguró: “Dios lo acogerá en su seno”.
El tipo murió como se debe y pasó al más allá, donde los trámites para comenzar la vida eterna fueron extremadamente rápidos. Un contrato de inmortalidad que era necesario firmar dos veces si se deseaba formar parte de una existencia eterna ulterior explicaba en siete cláusulas que el condenado trabajaría como un condenado para los restos y serviría en el Cielo de los Condenados.
“Yo he sido bueno”, protestó.
“Otro más que no entendió un pimiento”, replicó la voz. “¿Firmas o no?”
“¿Qué pasa si no firmo?”
“Desapareces”.
El tipo sintió un sudor frío y sintió la eternidad por un segundo.
Luego borró el documento de WORD y comprobó que un 23 de agosto llovía en Londres lo mismo que si fuera un 17 de marzo en Madrid.
Oh tempora, oh mores.

martes, 21 de agosto de 2007

Fonejacker

Un descubrimiento de una tele británica, Channel Four. Son el equivalente a los Jackass pero haciendo el notas por teléfono. Una pena que no haya subtítulos. Se ríen un poco del acento de los indios pero es muy divertido:







Antártida. Año Zero.

21 DE AGOSTO.

El contacto con la atmósfera revierte en mis huesos y aún no me acostumbro a este tiempo maldito. El gorro de lana no hace su efecto y el frío cobra una nueva perspectiva para mí en esta tierra helada.
Con un escaso margen en mis posibilidades he llegado a la estación.
Allí M. transmitía datos como buenamente podía enfundado en una bufanda. Poco o nada se ha sorprendido de verme vivo.
Pronto el frío vendrá acompañado por una lluvia insolente, constante. Y llegará el otoño.
En la Antártida no hay hilo musical…
¿Quién se acuerda del Capitán Scott…? Evans, Wilson, Bowers y Oates. Y Oates…

La Antártida es un bar del centro de Londres en el que, en efecto, no hay hilo musical. Miguel lleva bufanda dentro de la oficina y yo gorro al salir de casa. Y si esto es un estío, Medinilla, mi pueblo, es el desierto del Kalahari el día de la Paloma.


¿Es éste el calentamiento global prometido? Volvámonos ecologistas.

Yo no quiero una paz verde, sólo una tregua en verano y que de 31 días de agosto haya más de tres en sin lluvia.

Si no te gusta Londres no vengas. Tócame los cojones un poquito, sí que me gusta Londres, por eso me quejo de ella y de este verano de pitiminí.


¡¡¡Este Gobierno nos toma por gilipollas!!!

miércoles, 15 de agosto de 2007

5. Lost in Google Translation

TODAY IN THE SUPERMARKET a type that was carrying an empty cart has got hold of the last loaf after preventing myself with a sudden and illegal movement, in my opinion.

Later, when already I was putting my purchase in the bags of the Sainsbury's, I have seen him to discuss with one of the cashiers. "But who you think that you are, engineers ones in calligraphy? This one is my signature, this one is my card and some day you will know of me! ", he has said while was threatening with the bread and the forefinger.

After this, he has left all his purchase in the tape and has left the supermarket with the loaf in the hand. On having come to the door, he has taken the bar and has broken it in two parts with his knee, in a gesture that had something of the mute cinema, I have thought.

lunes, 13 de agosto de 2007

4. Extrarradio


El primero era un pringao. Primero le largan la barra de pan y luego se queda to parao, como bloqueao o algo. Bueno, pues me pongo a seguir al otro, al que le ha robao la barra en el último segundo. Vete a saber por qué. Por las pintacas que llevaba, supongo. Bueno, tampoco, no sé, iba trajeao y eso. Lo que iba era atacao sabes? Cogía un vino y lo dejaba, cogía otro, cogía un queso y lo dejaba. Cogía otro. Así tol rato, sabes? Bueno ahí me llamó mi chuki pero la colgué porque sabía que el notas la iba a montar. Ahí lo tienes. Cuando llego a las cajas le dice a la cajera que es una zorra y que le va a meter un puro que te cagas. Por lo visto la cajera, una india con un puntaco de esos en to la frente, le dijo que no le quedaba pasta en la tarjeta sabes? Ahí el tío coge la barra y se la parte en la cabeza a la aceituna. Cuatro seguratas se han ido a por él pero el tío corría como una mala bestia, con la corbata a un lao y a otro. La polla tío, la polla.

3. Objetivo


El Director Ejecutivo de la Compañía de Seguros Swiss Re, David Mulligan, no pudo realizar su compra hoy en el Sainsbury’s después de que una de las cajeras no autentificara la firma del hombre de negocios con la tarjeta de crédito que él mismo le había entregado.
Mulligan, que llevaba la intención de preparar una cena a base de espárragos trigueros con queso gorgonzola a su última conquista, fue requerido por la cajera, de origen indio, a que repitiera su firma en una nueva factura.
Tras esto, el directivo de Swiss Re comenzó a gritar a todos los cajeros del supermercado y se marchó hacia la salida con una barra de pan en la mano que aún no había abonado.
“¿Pero quién os creeis que sois, ingenieras en caligrafía? Ésta es mi firma, ésta es mi tarjeta y algún día sabréis de mí!", vociferó Mulligan.
Cuando llegó a la puerta, afirmó un testigo presencial, rompió la barra de pan en su rodilla y se marchó del local.
Según el director de la cadena de supermercados, Winston Bogarde, los cajeros tienen la orden expresa de no gestionar la compra de un cliente en el caso de que estimen que la firma de una tarjeta de crédito no coincide con la rúbrica realizada en el momento de la compra.
La cajera protagonista del incidente, Parminder Nagra, ha recibido un bonus especial de su empresa con el que podrá contratar un seguro de vida en la compañía del propio Mulligan.
Swiss Re, aseguradora líder a nivel mundial, se ha limitado a colgar un comunicado en su página web en el que se refiere al incidente como “asuntos de negocios que suceden en un mundo de negocios”.

miércoles, 8 de agosto de 2007

2. Místico


A ÚLTIMA HORA DE LA TARDE los ejecutivos agresivos, los bohemios y los despistados se habían dado cita en el supermercado para hacer la compra del día, si acaso para verse los unos a los otros las caras, diferentes a las del resto de su jornada; nuevas, quizá.

Uno de ellos, que en poco se diferenciaba del resto, se llevó el último pan del cesto en un movimiento rápido, casi cruel.

Como en un microuniverso en el que todos los elementos se compensan al final de los días, el ejecutivo recibió su castigo a la hora de pagar la compra. Nadie reconoció su firma, era un poco como si las cajeras, que ven pasar cada día cientos de espíritus de toda clase, no hubieran podido ver el alma que había tras la tarjeta de crédito, si es que algo se encontraba en ese lugar.

Aquel broker mortal en un reino de mortales comenzó a vociferar sin ningún sentido, se dirigió a la puerta y rompió el pan, una vez que los peces se habían quedado al otro lado del reino.

martes, 7 de agosto de 2007

1. Notaciones


HOY EN EL SUPERMERCADO un tipo que portaba un carrito vacío se ha apoderado de la última barra de pan tras obstaculizarme con un movimiento repentino e ilegal, en mi opinión.

Más tarde, cuando ya metía mi compra en las bolsas del Sainsbury's, lo he visto discutir con una de las cajeras. "¿Pero quién os creeis que sois, ingenieras en caligrafía? Ésta es mi firma, ésta es mi tarjeta y algún día sabréis de mí!", ha dicho mientras amenazaba con el pan y el dedo índice.

Tras esto, ha dejado toda su compra en la cinta y ha abandonado el supermercado con la barra de pan en la mano. Al llegar a la puerta, ha cogido la barra y la ha roto en dos partes con su rodilla, en un gesto que tenía algo del cine mudo, he pensado.

lunes, 23 de julio de 2007

Itsu

Itsu es un restaurante japonés que hay al lado de mi oficina. No uno donde te descalzas y comes un pez con aires de bicho venenoso detrás de un biombo. No. Itsu es una cadena japo de comida rápida con logo tipo hotmail donde pinchan la Cadena Dial inglesa y comen ejecutivos acalorados -y no por el calor-.

Lo que haces en Itsu es cogerte una de las bandejitas que explican las calorías exactas que vas a comer y sentarte al lado de los ejecutivos. Personalmente, me preocupa bastante poco saber que comeré únicamente 222 calorías 98% Fat Free de Fine beans, Shredded fresh ginger y Wakame, muy lejos aún de las 2500 calorías diarias que me recomienda la OMS.

Los ejecutivos ejecutan. Son dos amigos que han decidido comer juntos para hablar el uno con Taiwán y el otro con Milán vía teléfono móvil. Dos organismos multicelulares enganchados a otro celular. Las cosas de este mundo…

Mientras, la tía que está delante de mí no es guapa ni fea ni todo lo contrario. Es una de esas caras que dependen de un cuerpo para definirse hacia el bien o hacia el mal. Por eso no sé cómo tomarme su sonrisa cuando llego con mi bandeja. Ella acaba de terminar su salmón y mira constantemente al vacío en un punto muy cercano a mi ojo izquierdo.

A pesar de la sonrisa inicial –que achaco a la cortesía británica- me pregunto tras un rato de más vacío si es consciente del hecho de que hay alguien sentado enfrente.

Por la información que manejo, la escena podría resumirse, por un lado, en un español que se pregunta si la esfinge de enfrente tendrá un buen cuerpo y, en ese caso, una casa en los alrededores, y por el otro, una inglesa que o es absolutamente indiferente a su entorno o que finge desgana a las mil maravillas la hijaputa.

Ejecuamigos acaban de hablar más o menos a la vez y con una mirada deciden abandonar la mesa comunal del restaurante. Por si no había quedado ya claro que la inglesa se siente a sus anchas a menos de 40 centímetros de mí en un restaurante tan sumamente estrecho, comienza a hacer estiramientos. Creo que se dice stretching en inglés y que no es tan de mala educación hacerlo en esta cultura. La tía hace todos los estiramientos posibles de un manual de estiramientos.

Que es verano y estoy salido salta a la vista. Que hay algún tipo de lenguaje corporal en esa danza japonesa, también. Yo sigo mirando al vacío con desvíos al presente fingiendo a la vez inexistencia a mi alrededor. Cuando lo que realmente sucede es que Jane Fonda se ha apoderado de Itsu. Insisto en seguir con mi mirada absurda, tomo un sorbito de mis noodles y continúo con mi rico mundo interior. Otras 245 calorías de salud para mi cuerpo serrano…

La inglesa entonces hace un estiramiento final. Entrelaza sus dos manos, las da la vuelta y las estira hasta casi alcanzar mis dos palos chinos. Bosteza, recoge su bandeja y se va, dejando a la vista un cuerpazo con las calorías exactamente distribuidas. Ni muchas ni pocas ni todo lo contrario: las exactas.

Yo sigo mirando al vacío preguntándome cuándo se pasará esta gilipollez innata.

miércoles, 18 de julio de 2007

Presencias

Recientemente supe de una ex que se quedó pregnada.

Y me ha entrado la envidia.

En menos de dos meses ya tengo uno!!!

Lo voy a llamar Yahirito.




Como homenaje a Pomar, Diego, Mercedes y Tamara...

domingo, 15 de julio de 2007

Nos han puesto el verano!!!

Y nos lo han puesto con esta música, claro...

Entero en...
















































...Thats sugarcane that tasted good
Thats who you are, thats what you could
Cmon cmon no one can see you cry...