lunes, 23 de julio de 2007

Itsu

Itsu es un restaurante japonés que hay al lado de mi oficina. No uno donde te descalzas y comes un pez con aires de bicho venenoso detrás de un biombo. No. Itsu es una cadena japo de comida rápida con logo tipo hotmail donde pinchan la Cadena Dial inglesa y comen ejecutivos acalorados -y no por el calor-.

Lo que haces en Itsu es cogerte una de las bandejitas que explican las calorías exactas que vas a comer y sentarte al lado de los ejecutivos. Personalmente, me preocupa bastante poco saber que comeré únicamente 222 calorías 98% Fat Free de Fine beans, Shredded fresh ginger y Wakame, muy lejos aún de las 2500 calorías diarias que me recomienda la OMS.

Los ejecutivos ejecutan. Son dos amigos que han decidido comer juntos para hablar el uno con Taiwán y el otro con Milán vía teléfono móvil. Dos organismos multicelulares enganchados a otro celular. Las cosas de este mundo…

Mientras, la tía que está delante de mí no es guapa ni fea ni todo lo contrario. Es una de esas caras que dependen de un cuerpo para definirse hacia el bien o hacia el mal. Por eso no sé cómo tomarme su sonrisa cuando llego con mi bandeja. Ella acaba de terminar su salmón y mira constantemente al vacío en un punto muy cercano a mi ojo izquierdo.

A pesar de la sonrisa inicial –que achaco a la cortesía británica- me pregunto tras un rato de más vacío si es consciente del hecho de que hay alguien sentado enfrente.

Por la información que manejo, la escena podría resumirse, por un lado, en un español que se pregunta si la esfinge de enfrente tendrá un buen cuerpo y, en ese caso, una casa en los alrededores, y por el otro, una inglesa que o es absolutamente indiferente a su entorno o que finge desgana a las mil maravillas la hijaputa.

Ejecuamigos acaban de hablar más o menos a la vez y con una mirada deciden abandonar la mesa comunal del restaurante. Por si no había quedado ya claro que la inglesa se siente a sus anchas a menos de 40 centímetros de mí en un restaurante tan sumamente estrecho, comienza a hacer estiramientos. Creo que se dice stretching en inglés y que no es tan de mala educación hacerlo en esta cultura. La tía hace todos los estiramientos posibles de un manual de estiramientos.

Que es verano y estoy salido salta a la vista. Que hay algún tipo de lenguaje corporal en esa danza japonesa, también. Yo sigo mirando al vacío con desvíos al presente fingiendo a la vez inexistencia a mi alrededor. Cuando lo que realmente sucede es que Jane Fonda se ha apoderado de Itsu. Insisto en seguir con mi mirada absurda, tomo un sorbito de mis noodles y continúo con mi rico mundo interior. Otras 245 calorías de salud para mi cuerpo serrano…

La inglesa entonces hace un estiramiento final. Entrelaza sus dos manos, las da la vuelta y las estira hasta casi alcanzar mis dos palos chinos. Bosteza, recoge su bandeja y se va, dejando a la vista un cuerpazo con las calorías exactamente distribuidas. Ni muchas ni pocas ni todo lo contrario: las exactas.

Yo sigo mirando al vacío preguntándome cuándo se pasará esta gilipollez innata.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

30 años de gilipollez innata llevamos, y los que nos quedan.

Elena Bort dijo...

eh!
treintañero!
el viernes estoy en London!
sólo un par de días pero...por si hacía un té con pastas...
ala!

Anónimo dijo...

In situ!!!!

Unknown dijo...

Cuándo he dicho yo que ya tenga treinta??? Ah sí...

Y estás el domingo? No soy precisamente el relaciones públicas de Studio 54 pero el viernes y el sábado estoy ya ocupadísimo!!

Escribe al mail ok?