La tarde que entrevisté a Keira Knightley llevaba sólo diez días en Londres. Aún no comprendía bien la diferencia entre un macchiato y un capuccino y dudaba si el Starbucks tendría en cuenta este factor a la hora de contratarme. Aún no he podido comprobarlo, con la ventaja que supone eso para mi calidad de vida y la de miles de ingleses adictos al café.
Recuerdo también que estaba cerca el 1 de abril, cumpleaños de mi amigo Gómez***. De camino a mi encuentro con KK llamé por teléfono a Manolo, que entonces vivía con él en un piso de estudiantes treintañeros.
Lolo me comentó que en unos días sería el cumpleaños de Gomecienne y que qué acojonante, vas a entrevistar a Keira Knightley, ¿ésa quien es?, ah la pirata del Caribe, vale, joder, pues ésa le gusta al Gómez, pídele que te grabe un happy birthday pal gómez o algo.
Claro, claro, Lolo, lo haré sin duda, le dije.
Cuando colgué pensé que Manolo había perdido la cabeza si pensaba que iba a pedirle eso a Keira. Pues no tenía yo otra cosa que hacer.
Mis intenciones estaban más cerca de pasarle mi teléfono en una nota dentro de unos bombones o sobornar al botones para que me dijera su nombre en clave en el hotel, tipo Matahari o Cleopatra.
Seamos honestos, ni entrevisté a Keira ni leches. Me soltaron al lado de once tipos en una mesa redonda y allí mismo la acribillamos a preguntas. Aún así, de camino al hotel tejí una fantasía en mi cabeza con diferentes finales, al más puro estilo Wayne`s World, todos ellos parecidos a cosas que le pasan a Hugh Grant con Julia Roberts en Notting Hill.
El hotel donde conocí y enfadé a Keira Knightley era, de hecho, clavado al de aquella película. Y aún hoy me queda la duda de si sería el mismo y hasta si podría haber pasado algo entre Keira y yo de no haberme mostrado tan impertinente aquella tarde.
Éstas palabras las escribí para desahogarme aquellos días y comienzan con una cita que me escribió por entonces mi ex compañero de piso Jeremy, conocido por muchos, buscado por Wendy.
I had nothing to offer anybody except my own confusion – Jack Kerouac
Yo no tengo más que ofrecer que mis propias experiencias.
En menos de treinta minutos había sucedido todo. El lugar: el Hotel Mandarin Oriental de Londres. La hora: la del té. Tea time. Toma tres tazas. ¿Te tuteo? Toma asiento en el tatami. La t, todo un carácter.
Me situé delante de los porteros del hotel y les dije que venía a una round table con Kira Naili, que es la Kira Miró inglesa, la musa de Kupra. La k, otra de las grandes, la letra de Txampa, el Jack Kerouac español. “Hola amigos, he quedado con Keira”, les dije con tono de borracho feliz. De hecho, cualquier persona que se cruzara en mi camino recibía esta información: "Vengo a una round table con KK". "Vale, yo voy a vaciar los ceniceros".
Todo se debía al hecho de que en el Hotel Mandarin Oriental en cuanto te distraías un poco perdías la perspectiva de lo que ibas a hacer allí. Y perdida la perspectiva, perdías la seguridad.
Lo que iba a hacer yo allí era una entrevista con la susoredicha, acompañado de otros cuantos periodistas venidos de los siete mares a ver qué intimidades tenía que contarnos KK en relación con el rodaje de Piratas del Caribe III (interés cero en la escala Jorge Javier Vázquez) o en relación con su postura favorita y si duerme desnuda o con chanel número 5 (interés cien).
Me sentía yo el protagonista de Notting Hill en todo aquello. De hecho planché mi mejor americana para la ocasión (la única que encontré en mi armario). En una round table de cuatro siempre hay posibilidades de acercamiento ¿no? Pues un poquito de Channel también. A por ellos.
La intimidad soñada, sin embargo, y mi mirada felina en una entrevista más cercana se vinieron abajo en cuanto me explicaron que todo iba fatal, que no cumplían el horario previsto y que o arreamos o se jode el invento. El gozo y el pozo. Los gozos y las sombras. La maldición de la perla negra. Por una cuestión de periodismo de economato nos juntaron a 4 x 3 = 12 periodistas. Un dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce uuuuuuuuu uh, ¡doce!
Nos presentaron a todos en una sala en la que servían café templado, momento en el que decidí que trataría de evitar por todos los medios coincidir en la mesa redonda con esa periodista infumable de una revista holandesa, ilusionadísima ella en que nos juntaran a las revistas del glamour para hacer todas las preguntas con más glamour. Y puso un ejemplo: lo primero que voy a preguntarle será cuál es su lipstick favorito. Cacho lesbiana.
La holandesa se desinfló ante la presencia de Keira y no abrió la boca en todo el rato que estuvimos allí. Yo al principio lo mismo. Me sentía como el becario de una revista de ajedrez preguntándose si la Keira se enrocaba antes o después del primer jaque.
Sencillamente, era imposible entrar en ese torbellino de preguntas y respuestas. Era como si hubieran acordado de antemano un diálogo. Así que mantenía el tipo como podía comprobando que la grabadora estaba haciendo su trabajo. Toc toc toc, grabando. No te preocupes chaval, que eres todo un profesional.
Cómo introduciría una de las 10 preguntas que traía en la mochila en aquel absurdo partido de tenis a trece me parecía inimaginable. Pero de repente hubo un pequeño silencio. La periodista brasileña dudó. El alemán dejó de preguntar gilipolleces sobre Jerry Bruckheimer. El francés había recibido un hachazo de Keira unos segundos antes. Nadie parecía dar el relevo...
Así que de repente, sin quererlo, me encontré diciendo estas palabras: "Keira... sabemos que vives con tu hermano..." Ella me interrumpió: “yessssss” (¿se puede ser pija con un monosílabo? Sí). Continué: “Eres la británica más sexy del momento... 22 años... una ciudad como Londres... ¿vivir con tu hermano… no le quita un poco de glamour a tu personaje?"Zas Zas. El signo del zorro. El español atacó cuando menos se esperaba. La brasileña se puso colorada, el alemán sonrió –tiene cojones el hispano-, el japonés le preguntó a una colombiana si había oído lo que había oído. La holandesa no aguantó el esfínter y se le escapó un pedete.
Por su parte, Keira dibujó una kara merecedora de oscar. Había rabia, indignación, ira. Pero sobretodo estupefacción. Supongo que hasta entonces le habían dicho de todo. Pero jamás, jamás jamás un periodista con un inglés tan pobre y lamentable, tan ¿dónde hostias y quién te ha enseñado así a hablar mi lengua? le había insinuado que vivir con su hermanísimo adolecía de cierto toque y clase.
“Whaaaaaaat?”
“I mean, you know, I don’t want to bother you but… you know, your brother, you, the fashion, the oysters in vinegar…”, no sé muy bien cómo reelaboré la pregunta pero sonó peor aún que la primera vez, razón por la que ella se enfadó todavía más. “No, dime tú con quién debo vivir, Sois vosotros los que decís qué es glamour y qué no”, dijo, y unas cuantas cosas más a las que no le faltaban sentido, ciertamente.
Luego Keira reculó, mostró su cara B, la que ofrece la mayoría de los días a los medios y dijo que su hermano era muy nice. También bromeó: "Es limpio".
Jajajajajajajaja.
La holandesa ahí dejó escapar una carcajada que era antes un necesito reventar por donde pueda porque se me escapa otro pedo. La tensión del directo, compañeros.
La entrevista siguió nuevos derroteros y yo realicé otro par de preguntas, inigualables en calidad y tensión hitchcockiana con la primera. Aún así, Keira me sonrió cuando le pregunté si era cierto que en su próxima película –The best time of our lives- tiene una escena de sexo con Sienna Millar. No, dijo ella. Pero te has leído el guión, pregunté yo. Sí, concedió agotada.
Ésa fue la última pregunta. Quizá la siguiente habría sido para la holandesa, que se fue sin saber cuál era el lipstick favorito de la KK. Keira se largó con viento fresco y no me dedicó una última mirada. Supongo que no quería que se notara el odio, tan cercano como sentimiento al amor apasionado.
Como Hugh Grant a mitad de Notting Hill, de momento me mantengo mirando las portadas de las revistas y pensando si debería haber intentado lo de los bombones.
*** Los tres asteriscos representan el hotel y restaurante que ha abierto Gómez en Ávila, un lugar donde se come genial y mejor se duerme. Lo sé porque he hecho lo primero y he imaginado lo segundo. Si alguna vez vais a Ávila no dudéis en acudir.
Hotel Las Leyendas. Restaurante La Bruja.
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2 comentarios:
Meridiano...nosotros tambien hemos estado en Avila, pernoctando en el HOTEL LAS LEYENDAS y, comiendo en su RESTAURANTE LA BRUJA, edificio antigua casa de las parroquias. Los abulenses, lo conocen muy bien, bueno, ahora no, ya que GOMEZ SALAS E HIJOS lo han dejado de lo mas acogedor.
Las frases no son suficientes para descubrir el encanto de este complejo, en el que se han dejado la piel, así como suena, literalmente.
***tres estrellas***, pero un 10.
Bonitos nombres para este edificio, le van bien, es todo él una obra maestra, habiendolo conocido en su estado...digamos, algo desconchabado...tanto el Hotel las Leyendas, en el que me alojé, así como su restaurante La Bruja, merecen una visita; por cierto que, en la recepción hay dos chicas muy guapas y muy eficientes. Gracias por todo. He de volver. Es el mejor sitio de Avila.
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