miércoles, 17 de octubre de 2007

Twenty four (party, hours, seven...)


Los científicos aún no han podido explicar la existencia del tiempo. Lo intuyen, piensan en él, se quedan sobaos y, luego al despertar, ven que la manecilla ha avanzado unos cuarenta minutos. Pero nada, no les parece suficiente. Lo mismo pasa con el azar. Y, sin embargo, existen sospechosos indicios que nos hacen presuponer la existencia de ambos. Al menos para el mortal menos riguroso. Por eso el marido le dice a su parienta: "¿Cuántas putas horas llevas en el baño?" mientras otro dice en un bar: "Pero qué potra tiene el Madrid".

El pasado fin de semana yo experimenté dos sensaciones, las dos en un mismo espacio-tiempo, que me hicieron creer en ambas magnitudes, dimensiones o lo que hostias sean el tiempo y el azar –confirmado ya como está por la comunidad científica internacional lo que es el espacio, es decir, unos 30 metros cuadrados en el barrio de Lavapiés-.

El caso. Volvía de tomar unas pintas con Cristina y Ovidio, durante las cuales habíamos debatido con acierto acerca de la capacidad del cuerpo humano sin lo que viene a ser follar. Una variable que, en ningún caso, tiende a infinito.



Tras las impagables conclusiones, volví a casa satisfecho, modo aneuronal. Era tarde, las tres de la mañana. Así que no pude oponer resistencia al sueño y caí dormido en pleno 24, el autobús que lleva a mi casa, el Bus Perfecto, como lo bautizamos Chuchi y yo cuando vino a visitarme hace unos meses.

Y luego me despertó un ángel. Noté un toquecito en el hombro y un resuello abrasador. Era éste un ángel rubio, y de tener sexo habría sido femenino, pensé. Más despierto caí en la cuenta de que no era un ángel sino la tipa más preciosa que jamás haya pisado la ruta que va desde Hampstead hasta Pimlico, el recorrido del 24.

Suzzane (así la bauticé) esperó unos segundos y me preguntó la hora. A mí. Había a mi alrededor más gente pero ella me preguntó a mí, allí dormido y con mi muñeca desnuda. ¿Tendría yo cara de saber mejor que nadie la hora y la franja horaria en la que nos encontrábamos de acuerdo con el Meridiano de Greenwich? Supongo que no, así que lo achaqué al azar. Al más puro y bendito azar.

Me recreé. La miré y sonreí a sus clarísimos ojos mientras sacaba el móvil de mi bolsillo, pues no tenía reloj. Justo en ese momento, cuando el bus arrancaba de una parada cerca de Trafalgar Square, alguien golpeó con fuerza en el cristal. Toc toc toc. Era una especie de Steven Gerrard borracho que corría a la vez que el autobús mientras lo golpeaba diabólicamente. Yo seguí sonriendo a la chica, tratando de centrarnos de nuevo en lo de la hora, los relojes y las correas. Ella, sin embargo, acudió a la llamada que venía de fuera y miró hacia el chaval.

Entonces Gerrard se llevó las dos manos a la boca y realizó un cunnilingus imaginario. Sí, este gesto en el que pones las dos manos en forma de triángulo alrededor de la boca. Tu lengua, en un gesto muy desagradable, hace el resto. Así que ahí estaba yo, con el móvil a medio sacar, pensando en el fijo, mientras una suerte de Carlos Jesús Inglés le decía a mi querubín "raticulín fiusz fiusz" y otras guarradas poco traducibles.

Suzzane, asqueada ante tanta grosería, cogió su bolso y se subió al segundo piso del autobús 24, dirección nowhere, no time.

Gerrard se dio un hostiazo con la siguiente farola aunque eso no me sirvió de consuelo, toda vez que el muy hooligan siguió retorciéndose de risa en el suelo. Cuando el bus doblaba la esquina me pareció verlo enrollándose con la farola, aunque es probable que se estuviera electrocutando.

Sólo me quedaba esperar en la escalera a que Suzzane bajase del segundo piso en su camino a casa. Si me atrevería a decirle algo o si me parecería adecuado abordarla dado lo tarde, el desconocimiento mutuo y la cultura de los ángeles anglosajones era otra cosa. El 24 llegó a Pimlico y el bus se quedó vacío. El conductor me miró con cara de lárgate y yo le grité que one second mientras subía de dos en tres peldaños las escaleras al segundo piso, donde no encontré a nadie.

Llegué a casa pensando que habían pasado 40 minutos aunque quizá, concluí, no hubiera pasado nada, ni tiempo ni azar.

4 comentarios:

Elena Bort dijo...

tengo un proyecto que proponerte...este finde te mando un mailu...

Unknown dijo...

La proposición más decente e interesante que me han propuesto en décadas. Espero tu mail con ansia. F5.

Elena Bort dijo...

llegó el lunes y yo sin enterarme...te lo mando en brevísimo, cuando el teléfono de esta oficina deje de sonar...

Anónimo dijo...

Elena Voldemort ese teléfono rojo que no para de sonar, que han pasado ya casi 12 horas desde el segundo anuncio de mail-propuesta, qué intriga con tu entrega!
Procedo a escribirte esto en tu blog, no sé por qué no te escribo directamente a tu mail, esto es mehó no?